Crónicas

La Fiesta Rasta Tricolor

El grito joven de la música ya se escucha desde la altura panorámica del Ecoparque los Yarumos de Manizales. En el soleado atardecer del viernes 13 de agosto los caminos conducen a la quinta versión del festival roquero de la ciudad que recibe en su primera jornada la vibra del reggae.

Son las 5:30 de la tarde y el comúnmente desierto Ecoparque parece tomar vida de nuevo y recibe más visitantes de lo acostumbrado. Para quienes agolpados en fila india esperan tras unas rejas custodiadas por  la Policía el ingreso, la cita es extrema. Pero no para volar en Canopy, sino para alistarse a saltar, poguear y vociferar en el inicio de un fin de semana lleno de adrenalina musical con Manizales Grita Rock. 

La fila de ansiosos espectadores se extiende hacia abajo en la falda de la entrada de los Yarumos. Cabellos planchados, piercings de toda clase, botas hasta las rodillas, expresivos tatuajes e ingeniosas rastas se reúnen en torno al llamado anual, el más importante para la población juvenil de Manizales.

Esta noche los protagonistas serán las ingeniosas rastas y los colores verde (naturaleza), amarillo (riqueza) y rojo (sangre africana) del reggae. La Tumbaga de Pereira, Las del Carajo de Manizales, Locomboó de Ibagué  y Dub Killer Combo y Voodo Souljahs de Bogotá, son las bandas encargadas de calentar la noche con su toque jamaiquino en la fría Manizales.

Los controles policiales son excesivos, buscando mantener una seguridad en jaque, quizá por la estigmatización al público asistente. Daniel López, ‘mamado’ de caminar para llegar a los Yarumos, no ve la otra de entrar al parche, pues la espera ya es larga y se está perdiendo las primeras canciones de Locomboó. 

Vestido con una franela roja y un pantalón café, Daniel ve truncado su paso en los controles del Grita Rock. Sus pies le piden descanso, pues a recorrido media ciudad desde el Parque Caldas, donde vende su arte telar, como él lo denomina. Unos cuantos alfileres que lleva en su canguro se convierten en la discordia para permitirle el paso, la Policía no le permite ingresar con ellos. Él los necesita para trabajar, pero pueden más las ganas y el deseo de entrar a su ansiada fiesta de reggae, que decide votarlos.

Los filtros de seguridad ya pasaron y el confuso sonido de la tarima cada vez es más claro. Llega el último filtro, el económico. “Son 3 mil pesitos no más…pero eso es un ‘platal’…” dice con desconsuelo, mientras entrega los tres billetes de mil, que le habían sido ajenos toda la mañana en su venta callejera. El tiquete ya está fijo, en su mano derecha tiene la manilla azul que le dará paso a la noche de reggae.

En la concha acústica todo es fiesta y la danza de Daniel así lo muestra. En el ambiente hay gritos, saltos, frío y por supuesto, el inconfundible olor a marihuana. Es parte del reggae, es una de sus musas de inspiración y junto a las rastas, las barbas descuidadas y el estilo raggamuffin (harapiento) la yerba prende la fiesta e identifica a sus más eufóricos fanáticos.

López ya está en su salsa, o mejor, en su reggae y el alucinante mundo en el que ahora está no le permite pensar en más. Los ibaguereños de Locomboó están aún en escena, mientras el sonriente vendedor de manillas tararea sus canciones, son las 7:00 de la noche y está prendida la fiesta.

Mientras Daniel se balancea de un lado a otro, la banda se despide con su popular canción Berenice y él en medio de su inamovible sonrisa, canta. Trata de regresar al mundo real. Y aunque ya se perdió los tempraneros toques de La Tumbaga a las 12:30 de la tarde y Las del Carajo a las 3:30, el rastafari se sienta en gradería a la espera del postre: Dub Killer Combo y Voodoo Souljahs.

Falta poco para las 9:00 de la noche y Dub Killer sale a tarima y continúa la fiesta reggae. A lo lejos se alcanza a ver a Daniel, algo ido, pero todavía con la sonrisa que desde hace unas horas lo invade. No se sabe si está en plena conciencia para disfrutar a los bogotanos de Dub y de Voodoo, que tocaron una hora después, pero sí está en su goce y en la libre expresión que el grito del festival roquero le puede dar. 

Un Grillo Con Nike
Caballero del ensueño, tengo pluma por espada / mi palabra es el alcázar de mi reina la ilusión/ mi romántica melena, así lacia y mal peinada /es más bella que las trenzas enruladas de Ninón /
Despelucado, como lo descibe el canto argentino de Alberto Ghiraldo, es Andrés Quintero, un habitante de la calle reconocido por los jóvenes manizaleños por la fabricación con palma de iraca de figuras en forma de grillos.
Procedente de una familia adinerada y sumido en una crisis, causada por una decepción amorosa, que lo llevó a la calle, nunca ha perdido su carisma.
La amabilidad que lo caracteriza lo ha hecho un ‘parcero’ de quienes se lo topan en cualquier lugar, o de aquellos que al cruzarse en el camino se animan a comprarle la particular figura de la suerte. Su aspecto rústico contrasta con una sonrisa constante y con unos ojos aguamarina traducidos en una camaradería constante. Vestido de sudadera y con manga larga, incluso en verano, porta un maletín en el que guarda dos pares de tenis; unos adidas y otros ocean pacific, que son su debilidad.

Caminando con unos nike viejos y rotos que le regalaron en Chipre, El Grillo, apodo que ganó por su artesanía, busca encontrar de norte a sur de Manizales quien le compre su figura. Los nike, adidas y converse son las marcas preferidas de este barbado ojizarco, quien nostálgico dice querer tener el suficiente ingreso para comprarlas, pues los tenis de éstas no bajan de 100 mil pesos. Así que prefiere cuidar los que tiene y no desgastarlos en sus correrías de Chipre a Milán.
Tengo un primo. Él es rico, poderoso, bien querido / yo soy pobre, soy enfermo, pienso, escribo y sé soñar / y una noche, de esas noches tan amargas que he sufrido mis harapos con su smoking se rozaron al pasar. 
El resonar de Mis Harapos coincide aún más con la vida de Andrés. Deambulando por la ciudad, sus ajados tenis de marca ven pasar a unos finos zapatos vélez, avaluados en más de 300 mil pesos, rozando el pedal de un lujoso carro. Ellos no voltean ni a mirarlo, brillan por la apariencia del betún y en los pies de un arquitecto, su papá Omar Quintero, han olvidado a esos nike hijos suyos. “Imagínese, a mi los otros rechazos no me importan, pero el de él me ‘desbarata’”; cuenta con dolor el abandonado Grillo.
Muy cerca del cambuche del Grillo en Chipre, en un condominio de Campohermoso, hay otra amante de los tenis. Laura Barragán, una estudiante universitaria que los usa más que a las chanclas o las baletas.
A diferencia del Grillo, para ella los nike no son sus predilectos. Son los converse, con estampados de colores y diferentes formas, algunas abstractas y otras poligonales, los que más le gustan. Pero entre todos, son unos con dibujos de corazones de diferentes colores y alto relieve sus favoritos.
“Me encantan porque son muy femeninos”, dice Laura sobre unos converse que compró hace menos de un mes por 60 dólares (un poco más de 120 mil pesos) en Estados Unidos; lejos, muy lejos de donde por esa misma época un conocido de Chipre, de “buena familia”, como lo describe Andrés, le regalaba sus nike, que ya habían cumplido su ciclo con él.
Los converse talla 37 vienen desde su casa en Norteamérica.  Y poco o nada han recorrido en Manizales desde que llegaron hace una semana, luego de que Laura, la consentida de 20 años, los comprara en la tienda Shii durante sus vacaciones en Rockaway, New Jersey.
Su recorrido se ha limitado a la universidad donde ella estudia Psicología y a algunos sitios de rumba en la ciudad. Claro, siempre utilizando un taxi como principal medio de locomoción y no las grandes distancias que El Grillo, desgastando aún más sus pares de tenis, recorre a pie para ganar el sustento que le permita comer.
Pero quienes buscan algo similar, unos converse tan cómodos como los que dice Laura que son los suyos, no tienen que viajar tan lejos o pedirle a su inmigrante familiar que se los envíe. En el paseo comercial de Los Agustinos hay una primera opción para comprar varios estilos de esta popular marca de tenis. En La tienda del Converse hay sencillos modelos desde los que tienen un solo fondo desde 90 mil pesos, hasta con particulares estampados de 140 mil.
No tan lejos, en Orión de Sanandresito y en el de Cable Plaza, está la gama alta. Nike, Adidas, Diesel  y Lacoste (en orden de menor a mayor precio) que oscilan entre los 160 mil y ascienden a más de 350 mil pesos. Sin embargo, como dice Sotero Muñoz, el dueño de Moda Colombia, también cerca de Los Agustinos; en su almacén está el mercado que buscan la mayoría de los compradores, las imitaciones.
Empezando en 35mil y alcanzando los 70 mil pesos, Muñoz vende en su tienda tenis parecidos a los Converse o con marquilla de Puma o Adidas, pero que no son los originales que aquellos como la pelinegra Laura, con alto poder adquisitivo, buscan.
Y así entre lenguas, suelas y cordones,  los lisos pies de la universitaria, luciendo sus recién comprados tenis, rondan muy cerca del supermercado donde en los últimos días han caminado los carrasposos pies de Andrés. En esos andenes, pisados por suelas tan parecidas, pero marcadas por un logotipo o un nombre famoso, podrá darse el encuentro entre los nike viejos y los bonitos converse.

Andrés no querrá recibir una ofensa, como las que muchas veces le toca soportar, pues él dice estar seguro de que “lo cortés no quita lo valiente”. Recordando a su papá, el de los embetunados de cuero, pide que lo dejen con sus ‘harapos’, que son más nobles que ese ‘frac.’ 

La Rodante Del Montón

Volando en un aire poco alto, hasta donde la fuerza de su impulsador la lleve, gira incesante esperando no tocar prontamente el piso y así seguir esa rutina que la mantiene activa y le da significado a su banal existencia.

Comprimiéndose tanto como pueda, hasta cambiar su forma esférica, esa a la que su estresado manejador recurre para liberar las energías acumuladas por el trajín diario, llega a sentirse útil a pesar de ser un objeto más de aquel amo, a quien no le gustan las mascotas y ha visto en esta desgastada esfera un tranquilizante que no tiene que tomar ni aplicarse.

Su cobertura está desgastada, tanto impulso y golpe en la pared la han decolorado, le han suprimido ese tricolor con el que fue forrada, pero a la vez le han dado experiencia frente a esas fulanas, similares a ella, que aún permanecen en los almacenes, sin haber vivido nada nuevo, sin poder ser apretaditas por las manos humanas, ni ser alzadas al aire, sólo como objetos de exhibición que de vez en mes aprietan las vendedoras para ver si logran cambiar de vida y vivir con los amos.

El mejor momento es sin duda la noche. La compañía irrestricta de su amo, quien la tiene como compañera fiel para liberar el estrés, adquiriendo una gran importancia para él, le hace subir el ego, como cual argentina elitista se siente la reina de las pelotas cuando él, sí, el gran ser humano sólo dispone de ella, convirtiéndose por momentos en la generadora de diversión y relajación de alguien sin duda muy superior a ella.

Pero la magnificación que sentía, como debió sentirlo la Tierra en los tiempos de Ptolomeo, se desvanece al aparecer un Copérnico, eso que hace ver que la esferita predilecta no es el centro del universo y que su amo por ser un humano tiene más compañeros, humanos y no-humanos, que cumplen iguales o más importantes labores que ella.

Ahí cuando piensa eso es q pierden sentido muchas cosas en su temporal feliz existencia. No sólo en el día es un ente que no cumple ninguna labor, sino que en la noche es una más de las colaboradoras de su amo. Cuando sabe que es la otra, o mejor, una de las otras, muestra rebeldía. Ya no quiere volver a los brazos de su amo cuando éste arroja a la pared; prefiere quedarse en el gélido piso antes que volver a una ilusión falsa.

Sin embargo, el amo no se percata de lo que ocurre, ve normal que la pelotica esa no vuelva a sus manos, la levanta y sigue arrojándola, en aras de su diversión y desestrés. Pero eso lo cansa y después de tanto utilizarla, se va a dormir y la deja pasar la madrugada en la denigrante baldosa, donde pierde sus ínfulas de élite y empieza su existencia opaca donde se ve de igual a igual con esos personajes con los que tiene que convivir, mientras su amo no la usa.

Está convencida de que va a imperar su dignidad y así le toque quedarse sin los privilegios que le da el humano, entre ellos apartarse del piso o volar alto, quiere independizarse, perderse del que la engañó para no ser la del montón.
Amanece y la rodante se empieza a cruzar con la mugre del piso, con las laboriosas hormigas, con las pequeñas bacterias y con todos aquellos seres del suelo que viven allí, independientes del traicionero humano.

No es fácil poderse relacionar, su otrora discriminación por creerse la preferida le había causa enemistades en ese inframundo y ahora esos seres, que ven en lo humano y todo lo que lo represente un enemigo natural no quieren recibir a la esfera decepcionada. El día como siempre se hace muy difícil pero ahora el descontento es mayúsculo porque sabe que en la noche las cosas no van a ser como antes.

Pasa el día entre pensamiento y reflexiones, rodando independiente a costa de sus actos y en un momento quiere perderse, no volvérsele a aparecer a su dueño para estresarlo y cobrarle el engaño. Pero no.


Sabe que si se pierde estará peor que esas jóvenes compañeras de los almacenes y prefiere, aunque sea una más del montón, ¡si señor!, estar volando, comprimiéndose al son de su dueño y ser ese boomerang que libera el estrés. Finalmente fue concebida para ello, no puede esperar más.